10 dic 2012

Diario de un ex-adicto (4 de X)

La soledad nocturna hace todo más difícil.

Desde que comencé como supervisor de noche he tenido que librar una pequeña batalla interna con mis deseos de fumar; por si esto no fuera poco el estrés de la temporada alta en la empresa me empuja a pensar que, como en el pasado fue cierto, una salida fácil para librarse de la presión es encendiendo un cigarro.

Aunado a esto, mi compañero de trabajo, alguien que fumo durante quince años, intento dejar de fumar durante este mes —yo, por supuesto, brindándole apoyo que me fuera posible—; recayó, volvió a fumar y tan solo pude pensar, no que le fallé, pues él no es un niño, sino que también es posible que yo pueda caer si dejo mi guardia abajo tan solo un momento.

Maldita sea, a estas alturas es solo mi orgullo el que me impide retomar el cigarro, pues ya de tiempo atrás deje de tener excusas o razones para no fumar más; solo el evitar tener que enunciar las palabras “recaí”, “fui débil”, “no tuve fuerza de voluntad” u otras tantas son las cadenas que restringen mis deseos de volver a fumar.

Y es que no es la sensación del cigarro, honestamente ya olvidé que se siente fumar o tener el humo en la garganta/pulmón, pero los recuerdos de lo relajante y tranquilizante que sentía el fumar y como, en apariencia, calmaba mis nervios y el stress —debo admitir que nunca comprobé si esto era cierto o solo mi imaginación.

Así que heme aquí, poco más de dos años después de mi ultimo cigarrillo y aún sigo pensando que debería de regresar a ello pues pocas cosas aún importan o hacen diferencia en cuanto a que si fumo o no. Veremos ya como lidio con este asunto nuevamente.
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