6 km. y poco más de una hora:
rompe el alba, comienza la primavera y en la ciudad no trasciende nada más que obligación,
responsabilidad, prisa y tiempo perdido.
En una mañana que se pinta gris
con rayos de plata transparente, una ciudad que se despierta a la fría y
humedad realidad cotidiana, nada puede darse el lujo de parar; nadie puede
darse el lujo de observar, casi nadie…
Filas tras filas de automotores
transitan el asfalto citadino cual ejercito de hormigas que con celeridad y
orden se dirige a defender la ciudadela que con tanto esmero se ha construido;
que con sudor, sangre y dinero han erigido; que con ilusión de un paraíso se ha
levantado por sobre los suelos verdes o áridos en el camino; que se defiende
incluso con la vida y muerte, aun cuando la muerte no sea física y mas bien se
convierte en un perecer del espíritu y sueños que se resquebrajan bajo el peso
de la realidad misma.
Peatones buscan refugio, unos de
la lluvia y otros de la misma monotonía que les espera; otros tantos acogen la
seguridad que el camino determinado y definido ofrece. Como contraste se encuentran aquellos que
hayan felicidad y alegría, satisfacción y recompensa en su caminar, en su
trayecto y en su destino: aquella madre que lleva a su retoño hacia un futuro
mejor; aquel padre que tan consciente está de su sudor como génesis del
bienestar familiar; aquel otro, que no ve lo actual sino la recompensa futura
de su esfuerzo y labor, recompensa que brindara un rayo de felicidad mas a su
existencia.
La monotonía del alba es rota una
vez mas, una sirena resquebraja la porcelana intacta que el silencio y el
bullicio forman sobre las mentes y corazones del ser, los vehículos se
inquietan al unísono de sus conductores, las personas se ven unas a otras en anticipación
y preocupación; la sirena se mueve, se aleja, un aullido que viene y va, que la
distancia distorsiona y que pinta una imagen de condenados marchando a su
juicio y tras ellos el llanto de la sirena que sufre en su lamentación.
6 km. y poco más de una hora: las
nubes cubren el alba, la primavera parece esconderse del hombre y en la ciudad
no trasciende más que obligación, responsabilidad, prisa y tiempo perdido.