30 abr 2011

Semana Santa en Guatemala; la Semana Santa en mi vida.

Algo que me ha hecho ver la Semana Santa (S.S. de ahora en adelante) de otra forma es el rito de visitar siete sagrarios —aunque acepto que rito suena altamente exagerado, podría cambiarse por tradición—.

Para aquellos no estén familiarizados con esta tradición — ¿ven cómo se ve mucho mejor? —, consiste, en su forma más minimalista, en visitar siete iglesias durante la noche del Jueves Santo.  Con mi poca familiaridad hacia la tradición —llevo tres años en ella, si mal no recuerdo— me impide decir si el ésta involucra algo más que la pura visita, puede que se pongan velas, se haga una oración especial, que se yo…  pero digreso, el punto al que quiero llegar es que esta tradición me ha demostrado el poder que tiene la religión en la vida de las personas.

Me es difícil imaginar alguna otra ocasión en la que el pueblo de mi país esté tan dispuesto a arriesgar el pellejo, que en estos tiempos puede reducirse al salir tan solo para ir a la tienda o farmacia,  con tal de sentirse parte de una tradición que va más allá de los credos, de las razas, de las clases y de tantas otras características.  Por tercer año consecutivo no puedo sino sorprenderme  —con una enorme sonrisa en la cara, por si no fuera poco— de la enorme cantidad de gente que se podía ver alrededor de la media noche a través de las calles principales de la zona 1; más aún ver a gente caminar bajo la lluvia —cosa que para mí es de sumo agrado— con tal de no perder la oportunidad de visitar esa iglesia que es devota de su corazón.



Por otro lado, hoy, mientras platicaba con un amigo, me menciono que había una razón en particular por la cual él no estaba en total acuerdo con las procesiones durante S.S.; recuerdo que uso un pasaje bíblico para justificar su argumento —no me atrevo a decir cual, siendo la única razón de esto el que no me acuerdo; no le haría justicia si intentara adivinarlo o buscarlo—.  En este pasaje se contraponía el hecho de venerar o ejecutar penitencias/sacrificios en oposición a un simple voto de obediencia —una vez más recuerdo que estoy parafraseando el asunto—; mi amigo reflejo que la “penitencia” que realizan los cargadores durante las procesiones de S.S. son la versión actual de esa veneración que Dios rechaza en el pasaje bíblico; no pude evitar argumentarle que, en realidad, la tradición de procesiones no es más que un paralitúrgico (una acción o tradición que esta fuera del rito litúrgico establecido por la iglesia organizada) y que por lo tanto no refleja el actuar de la iglesia católica, sino más bien la idiosincrasia del católico guatemalteco, que ve en esta tradición un puente de redención o simplemente una tradición enraizada en nuestra cultura.  Puedo sin ninguna pena admitir que cuando cargue —una sola vez en mi vida— pensé que todo el asunto, más allá de la mística del momento, podía considerarlo como una especie de penitencia, pues termine sangrando del hombro y todo el asunto —aclaro que nada tenía que ver con alguna especie de milagro o similar, simplemente un pequeño alambre que es parte de mi entonces uniforme de gala—, mas ahora lo miro como un lindo recuerdo y experiencia que todo guatemalteco debe tener.



Al final de todo lo que puedo decir, la S.S. significa mucho para muchos, al extremo que no se puede englobar en un solo escrito —Dios sabe que esa no es mi intención con este embrollo de palabras— pero, a mi manera de ver, queda más que claro que es algo que cambia totalmente el actuar del pueblo, algo que nos motiva a mostrar lo mejor de nosotros y que representa todo aquello que debemos alcanzar durante esa semana y mucho más allá de ella.

Porque es parte de lo que
nos hace Guatemala.