28 jun 2011

Aparente seguridad que restringe el vivir.

Durante muchos años de mi vida, arriesgándome a decir que prácticamente toda ella, he usado la excusa que seguir una lógica segura y concreta me facilita más la existencia, toda vez esta forma de actuar asegura cierto nivel de predicción de las consecuencias de mis acciones.

Por supuesto, el problema principal de esta forma de pensar es que se busca evitar riesgos a toda medida, considerando que el riesgo resulta siendo nada más que el resultado imprevisto a una acción que puede causar daño alguno; ya he hablado anteriormente de la idea de que proporcionar a la historia cualidades de experiencia preventiva es completamente inútil y parcialmente ilógico —¿ven como me gusta usar frases relacionadas a la lógica?— pero siento apropiado decir que muchos de esos riesgos, relativos a las interrelaciones sociales humanas, son una parte necesaria para constituir una persona integral.

Con esto en mente, y considerando mi existencia hasta el momento, ¿puedo considerarme una persona íntegra y madura, cuando no he tenido experiencias de fracaso como las de aquellos que se arriesgan a perder?  ¿Sería apropiado decir, si consideramos lo anterior como cierto, que mi forma “segura” de vivir me ha traído más mal que bien?

No sé cuál sea la respuesta, pero no puedo evitar pensar que tratar de ver todo como lógica y refrenar a mis sentimientos puede que me evite de experimentar cosas que hacen la vida, pues, vida.  También es sano recordar que, cuando me he dejado llevar por sentimientos, veo ambas caras de la moneda: veo amargura y miel, veo brillo y oscuridad; la lógica me muestra lo que creo, probablemente con un grado de equivocación, lo que considero como la verdad.

¿Acaso ver todo de forma lógica me hace menos humano?  Creo que sí.
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