Lloré como un niño ante la despedida de mi mascota de 15 años, aquel amigo que me acompaño durante aquellas noches de soliloquios en la terraza, que no importando lo frío o lo tarde, siempre estuvo a mi lado.
Lloré como un niño ante la idea de perder a alguien que conocí durante tanto tiempo; incontables veces, desde el comienzo de su enfermedad, me imagine como reaccionaria al momento de ponerlo a dormir y, aunque siempre con tristeza, no pensé que el momento fuera a llegar... pero llego. La sola idea de despedirme de él siempre me causo tristeza, porque los recuerdos de que, cuando pequeño igual que yo, me mordía los zapatos/pies, pero ante el regaño de mis padres, siempre me busco como refugio, como su protector.
Lloré como un niño cuando el doctor y mi padre me decían que era por un bien mejor, que ya estaba sufriendo mucho y que debería estar orgulloso de que llego a tan grande edad en estos tiempos. Eso no hace las cosas mas fáciles, eso no desaparece el hecho que ya no veré mas. Entiendo la lógica detrás de ello, entiendo que su sufrimiento era mucho. Por favor... yo fui el que insistí a mis padres que ya era demasiado, que ya estaba sufriendo mucho y que entre mas nos tardáramos en dormirle, mas sufriría él.
Lloré como un niño -aun lo hago al escribir esto- y lo hago en memoria tuya, fiel amigo, compañero de toda una vida... Descansa en paz.
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