20 mar 2012

El pulso del alba.



6 km. y poco más de una hora: rompe el alba, comienza la primavera y en la ciudad no trasciende nada más que obligación, responsabilidad, prisa y tiempo perdido.

En una mañana que se pinta gris con rayos de plata transparente, una ciudad que se despierta a la fría y humedad realidad cotidiana, nada puede darse el lujo de parar; nadie puede darse el lujo de observar, casi nadie…

Filas tras filas de automotores transitan el asfalto citadino cual ejercito de hormigas que con celeridad y orden se dirige a defender la ciudadela que con tanto esmero se ha construido; que con sudor, sangre y dinero han erigido; que con ilusión de un paraíso se ha levantado por sobre los suelos verdes o áridos en el camino; que se defiende incluso con la vida y muerte, aun cuando la muerte no sea física y mas bien se convierte en un perecer del espíritu y sueños que se resquebrajan bajo el peso de la realidad misma.

Peatones buscan refugio, unos de la lluvia y otros de la misma monotonía que les espera; otros tantos acogen la seguridad que el camino determinado y definido ofrece.  Como contraste se encuentran aquellos que hayan felicidad y alegría, satisfacción y recompensa en su caminar, en su trayecto y en su destino: aquella madre que lleva a su retoño hacia un futuro mejor; aquel padre que tan consciente está de su sudor como génesis del bienestar familiar; aquel otro, que no ve lo actual sino la recompensa futura de su esfuerzo y labor, recompensa que brindara un rayo de felicidad mas a su existencia.

La monotonía del alba es rota una vez mas, una sirena resquebraja la porcelana intacta que el silencio y el bullicio forman sobre las mentes y corazones del ser, los vehículos se inquietan al unísono de sus conductores, las personas se ven unas a otras en anticipación y preocupación; la sirena se mueve, se aleja, un aullido que viene y va, que la distancia distorsiona y que pinta una imagen de condenados marchando a su juicio y tras ellos el llanto de la sirena que sufre en su lamentación.

6 km. y poco más de una hora: las nubes cubren el alba, la primavera parece esconderse del hombre y en la ciudad no trasciende más que obligación, responsabilidad, prisa y tiempo perdido.
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