16 jul 2014

Diario de un (ex) adicto (9 de X)

Una cajetilla completa en un fin de semana: ese fue el resultado de una pequeña crisis emocional que tuve no hace mucho y el asunto al final se me salió de control.

Fume en cadena, aprendí a manejar con la mano derecha y absorbí tanto humo como para asegurarme un buen cáncer de pulmón de aquí a un par de años.  ¿Todo por qué?  La verdad, no lo se.  Después de lo sucedido, parecía ser lo que mi cuerpo, mi mente y mi lógica dictaba como lo más natural.

Tiempo después me preguntaron si realmente eso me ayudó, si el cigarro tuvo un efecto y ahora les puedo confesar que en realidad no sirvió de nada, pues aunque en el pasado el cigarro me ayudaba a controlar mis niveles de stress en este caso solo sirvió para reforzar mi debilidad emocional.

Al final de esta odisea, la cajetilla se sienta en mi mesa, con dos cigarrillos pendientes, número simbólico que ahora más que nunca tiene un propósito, que me recuerda mis caminos erróneos y como al final todo es relativo, controlable y estable siempre y cuando se desee como tal.  ¿Esa noche? No, esa noche solo caos deseaba en mis alrededores: desorden, descontrol, adicción, poco amor propio y negatividad.

Lo dije alguna vez y lo repito ahora, verdaderamente el cigarro es un vicio del que —y ahora pienso que puede ser a propósito— no voy a poder escapar jamás.
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