Dos caminos; el uno urbano y común, humano durante todo su trayecto hasta ser coronado por un monumento de armonía entre la naturaleza y el hombre. El otro, un crudo intento en combinar y mezclar lo humano y lo natural, pero que no deja de sentirse forzado; al final, si se desea, se corona por la naturaleza haciendo guardia sobre la muerte.
El andar del primero esta rodeado por constructos meramente humanos: casas, vehículos; asfalto y pared; negocios y trabajo. Como ápice del trayecto, se encuentra un campo hecho por el hombre, pero con la sensación de ser una labor conjunta: a pesar de las actividades humanas que la rodean, el lugar no pierde ese aire verde y natural tan característico, aquel ambiente que invita a la persona a integrarse y ser uno con la naturaleza o con su mismo ser.
En directo contraste se encuentra el segundo, un camino adornado por arboles durante kilómetros; pero kilómetros donde no se puede evitar sentir que se aprisiona a la naturaleza, se le limita a un trecho donde se fuerza a la misma a vivir y a crecer. No me malentiendan, los arboles son frondosos, altos y de una enorme majestuosidad, pero todo parece tan fingido.
En este camino, si se desea observar, si se molesta en observar, se nota una lucha constante: la naturaleza que se encuentra copa a fachada, raíz a cimiento, frente a frente con el decaimiento urbano, aquel fabricado y destruido por el hombre mismo.

Ambientado por: Bohren & der Club of Gore - [Black Earth (2002)]
0 comentarios:
Publicar un comentario